¿Con o sin solución de continuidad? Un ejemplo de la complejidad del trabajo de corrector

1Me complace enormemente inaugurar con esta breve entrada el apartado reservado en mi blog para el apasionante y difícil trabajo de corrector ortotipográfico y de estilo. En este caso, haciendo uso del método inductivo vamos a comprobar la dificultad que encierra esta labor al tratar con una realidad dinámica, viva y multifactorial como son las lenguas (concretamente el castellano). Veamos qué podemos extraer del sintagma solución de continuidad, que, como se suele decir coloquialmente, se las trae.

Imaginemos que un corrector se encuentra con la siguiente oración:

No hay solución de continuidad entre los disturbios acaecidos en Ferguson (Misuri, EEUU) y la opresión de índole racial, social y económica que sufre gran parte de la comunidad afroamericana.

¿Sabría el lector decirnos si, según se dice en la oración anterior, hay o no vínculo entre la primera idea (los disturbios que sacuden la ciudad norteamericana) y la segunda idea (la desigualdad racial, social y económica en los Estados Unidos de América)? ¿Y los correctores? ¿Sabemos en general interpretar correctamente la expresión sin solución de continuidad?

Pero no empecemos la casa por el tejado, así que veamos, primeramente, cómo desentrañar la dificultad que encierra esta expresión. Este complejo problema, que forma parte de lo que algunos lingüistas denominan «las ramificaciones del lenguaje», requiere que el corrector se detenga para estudiarlo con profundidad y cautela. No obstante, a primera vista el problema parece fácil de resolver: solución de continuidad equivale a discontinuidad, mientras que sin solución de continuidad equivale a sin discontinuidad. Pero, como observamos los correctores, esta idea se olvida rápidamente, y no solo en el caso de lectores o escritores noveles.

Entonces, ¿por qué tantas dudas y confusiones al respecto? Por la idea general que los hablantes de castellano tenemos del vocablo solución, que ha perdido ya su significación original (el de ‘separación’) y que, por ende, no se corresponde con las acepciones más comunes recogidas por el Diccionario de la RAE, institución que ya registró la expresión en 1899, definiéndola como «interrupción o falta de continuidad».

En el día a día, e incluso en la comunicación institucional y empresarial, se percibe claramente una confusión cada vez mayor con respecto a esta expresión, lo que debe llevarnos a los correctores a hilar muy fino al encontrarnos un documento con la expresión, pues es muy posible que no esté bien empleada. Por ejemplo, es muy recurrente encontrar mensajes de empresas en los que estas, para comunicar que garantizan un servicio permanente (es decir, sin interrupciones), hablan de solución de continuidad, cuando deberían decir sin solución de continuidad.

Recapitulando, tanto para lectores y escritores noveles como para correctores ortotipográficos y de estilo, el secreto para poder afrontar correctamente esta expresión es recordar siempre que solución no equivale a su acepción más extendida (es decir, «acción y efecto de resolver una duda o dificultad», según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua), sino a ‘separación’. Teniendo claro esto, no importa que nos encontremos con el sintagma solución de continuidad o con el sintagma sin solución de continuidad, ya que la única dificultad estriba en saber de qué hablamos cuando escribimos o decimos solución en esta enmarañada locución. Por todo ello, si alguien escribe que no hay solución de continuidad entre los disturbios de Ferguson y la específica situación socioeconómica de la mayor parte de la población afroamericana, está queriéndonos decir que no hay separación de continuidad entre una cuestión y otra, esto es, que no hay falta de vínculo o relación entre una y otra (o, dicho de forma más sencilla aún, que hay relación entre ambas variables).

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