El entierro de la coma del vocativo

La historia real de los africanos del ataúd que triunfan en redes

Es público y notorio que la lengua hablada y escrita por el hablante medio va por un lado y lo prescrito por la norma estándar va por otro. Este es un problema, hasta cierto punto inevitable, que se ha discutido largo y tendido por numerosos lingüistas y sociolingüistas. Sin embargo, si hay un claro hiato entre norma estándar y usos habituales del hablante promedio es el que se da con la coma del vocativo (la expresión nominal en función apelativa, como en el ejemplo de «Toma esto, María»), que, si me permiten el uso del famoso meme de los ghaneses sobre el entierro, hace tiempo que ha desaparecido de una buena parte de los escribientes hispanoparlantes en Internet y las redes sociales. Veamos un ejemplo ilustrativo al respecto.

Hace escasos días, concretamente el 23 de abril, un conocido bussinessman y gurú social del mundo hispanohablante, Martín Varsavsky, escribió lo siguiente a propósito del actual confinamiento por el SARS-CoV-2:

Comas. Para el blog, martes 28-4-2020

Varsavsky, indignado, le pedía al ínclito Pedro Sánchez (al que por cierto le haría falta, igualmente, un curso acelerado de ortografía, en particular sobre el uso de los signos de puntuación) que aislara ya, de una vez, a las deportistas salidas. Yo estoy plenamente de acuerdo con Martín. ¡Los sufridos hombres llevamos ya mucho tiempo aguantando a mujeres atletas cuyo desaforado apetito sexual nos perturba e incomoda! Así que me sumo a la petición del hispanoargentino: ¡Sánchez, aísle de una maldita vez a las deportistas salidas, que nos acosan con sus miradas!

Chanzas aparte, es evidente que lo que en realidad quería expresar Varsavsky era que nuestro honorable presidente del Gobierno permitiera a las personas deportistas realizar salidas controladas, por lo que la redacción correcta, naturalmente, debería haber sido esta: «¡Deportistas, salidas aisladas ya!». El asunto es en el fondo serio, ya que demuestra, como decía al principio, que hay una norma ortográfica que va por detrás de la norma hablada y escrita por la mayoría de los hablantes, que por distintos motivos no ven la necesidad de colocar la coma del vocativo. De hecho, en medios más informales aún como WhatsApp o Telegram, ¿cuántos de nuestros contactos, sinceramente, usan la coma del vocativo al saludar? ¿Cuántos dicen «Hola, Naiara», en lugar de «Hola Naiara»? Pocos, muy pocos. Sin embargo, no creo que haya que rasgarse las vestiduras por ello (¡lo dice un corrector ortotipográfico y de estilo obsesionado con las comas y los puntos y comas!), ni culpar al hablante promedio. El problema, me parece, tiene que ver con lo ya señalado: hay un claro desajuste entre ambos niveles de la lengua. Mientras no solucionemos esa falla, de poco servirá lamentarnos. Eso sí, que al menos se nos permita reírnos un rato, que falta nos hace. Y me sumo a la exigencia de Varsavsky: ¡aíslen de una vez a las peligrosas deportistas salidas! Pasen Uds. un buen día.

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