Los neologismos en nuestra lengua. Comentarios breves al libro de Guerrero Ramos

Neologismos en el español actual Z Cuadernos de lengua española ...

Haciendo honor al título de este blog, Diseccionando libros, hoy me propongo llevar a cabo un sucinto análisis de un librito, Neologismos en el español actual, escrito por Gloria Guerrero Ramos y publicado por Arco Libros. Y lo voy a hacer porque creo que el gran mérito de este documento es que sintetiza de un modo brillante los fundamentos y mecanismos que explican la creación de nuevos vocablos en un sistema lingüístico como el del español, y porque además es en el análisis de los neologismos donde se ponen a prueba algunas de las premisas asentadas en la ciencia lingüística, en particular en la neología, la subdisciplina que estudia los procesos de formación de nuevas lexías.

Las lenguas son, como las comunidades y las personas que las hablan y utilizan, organismos vivos, sujetos por tanto a cambio. Y cuando digo las lenguas, me refiero, naturalmente, a todas las lenguas, sin distinción alguna, sin ninguna consideración hacia criterios que son más ideologizantes que estrictamente científicos. Una de las claves de la transformación de los sistemas lingüísticos es, precisamente, la construcción de neologismos, que, como bien explica Guerrero, salpica a todas las clases, grupos y categorías sociales. Todos, sin ser conscientes de ello o no, creamos o empleamos palabras nuevas, alimentamos el torrente perpetuo que es la lengua, con su caudal léxico en constante modificación. Por eso la autora del libro afirma que «la neología es una de las manifestaciones principales de la vitalidad de una lengua (…) Toda lengua viva crea palabras nuevas tanto para encontrar sustitutos a los préstamos, como para designar realidades nuevas» (p. 11). Realidades nuevas. Esta es la gran fuente de creación de nuevos vocablos, de categorías que aluden a conceptos que, a su vez, responden a nuevos hechos (o, por mejor decir, a hechos descubiertos, porque estos pueden existir durante siglos y milenios sin que los humanos nos apercibamos de ellos).

Desde el punto de vista lingüístico, el neologismo es siempre una palabra, ya sea simple (palabra o morfema), ya sea compleja (grupo sintagmático o sintagma lexicalizado). No solamente es que «[e]l neologismo es inevitable en toda lengua que se hable» (p. 13), sino que constituye un elemento consustancial a todo sistema lingüístico; es, digamos, la célula viva que permite que nuestras lenguas no se conviertan en una reliquia del pasado, sino en un gran organismo social vivo. Dentro de los distintos tipos de neologías existentes, Guerrero diferencia las neologías denominativas de las neologías estilísticas. Las primeras no tienen que ver con «el deseo de innovación sobre el plano de la lengua», sino más bien con «la necesidad de dar un nombre a un objeto, a un concepto nuevo» (p. 17). Las segundas neologías, las estilísticas, son más bien neologías formales, es decir, aquellas palabras introducidas para expresar nuevos matices, para referirse de otra forma a ideas que no son nuevas. En todo caso, tanto unas como otras hacen referencia a la necesidad que tenemos los hablantes de innovar. O más que a la necesidad, quizá sería más preciso referirse a la inevitabilidad, porque tampoco es un proceso necesariamente consciente, o no solamente consciente, dado que los mecanismos neológicos forman parte del devenir inevitable de los idiomas como sistemas de comunicación en constante transformación. De ahí lo absurdo que resulta oponerse a determinados neologismos aludiendo a supuestos motivos lingüísticos; es como Sísifo tratando en vano de subir la enorme roca a la cima de la montaña… no podemos luchar contra aquello que es inevitable. Y los neologismos, nos gusten más o menos, lo son. En este sentido, tiene mucho interés el aporte de autores como Gardin o Lefèvre, citados por Guerrero, que cuestionan el paradigma científico chomskiano por negar en última instancia el carácter cambiante, dialéctico, real, vivo de las lenguas.

Pero entonces, ¿no podemos hablar de neologismos ex nihilo? Por supuesto que sí, aunque no son los más habituales. Guerrero explica que únicamente cabe «hablar de neologismo creado ex nihilo si se mantiene la conciencia del proceso creador. Lo diferenciador de este tipo de neologismo reside, precisamente, en que la motivación sólo existe para el creador» (pp. 24-25). Sin embargo, como decimos, lo habitual, dentro de las neologías de forma, es que los vocablos nuevos se creen combinando los distintos elementos existentes, sobre todo mediante los mecanismos de la prefijación, la sufijación (verbal, nominal o adjetival) y la composición (como en librecambio o guardiacivil), además de otros mecanismos no menos usuales, y muy dependientes de los cambios socioculturales y tecnológicos, como la acronimia y la siglación (ofimática como resultado de unir oficina e informática, módem para modulador demodulador, Unicef o grapo), o los préstamos lingüísticos. Estos últimos aún provocan entre ciertas mentalidades estrechas una especie de urticaria ideológica, como si la introducción de palabras de otras lenguas supusiera la destrucción de la lengua receptora, o su «contaminación». En ocasiones, algunos furibundos enemigos de los préstamos olvidan que sus lenguas no solo importan palabras, sino que también las exportan. En todo caso, que una lengua como el inglés sea la gran exportadora mundial de palabras tiene más que ver con cuestiones económicas y políticas que con razones lingüísticas sensu stricto. Además de las neologías de forma, contamos con neologías semánticas, ya sea mediante la formación de lexías complejas (coche bomba), ya sea mediante conversión (como en el caso de partido bisagra o viaje relámpago, tan habituales en el lenguaje periodístico). En general, los dos ámbitos, esferas o dimensiones más neologizadores son la juventud y el lenguaje científico-técnico e internauta.

Volviendo a la cuestión del rechazo dogmático y acientífico de los neologismos provenientes de otras lenguas, Guerrero ejemplifica el caso de Francia, donde la rigidez antineológica lleva a plantear usos que a todas luces están destinados a fracasar, como por ejemplo hablar de logiciel frente a software, o de télécopic frente a telefax. Y digo que están destinados a fracasar porque lo que parecen no comprender algunos es que las lenguas no son dispositivos que se puedan normativizar y fijar de una vez para siempre por parte de élites, sino que de forma espontánea se desarrollan y cambian en función de múltiples variables; supone, al fin y al cabo, tratar de ponerle puertas al campo. Y no entro aquí, por supuesto, en la libertad de cada cual para usar el vocablo que más le guste o por el que sienta más inclinación. Pero, al fin y al cabo, la ciencia lingüística sabe perfectamente, y creo que Guerrero lo demuestra de manera cristalina, que la oposición a los neologismos es tan vieja… como los propios neologismos. ¡Tengan ustedes un buen y neológico día!

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