En el país de los hombres de maíz

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La vejez es un arrepentimiento tardío: le vaya a uno bien o le vaya mal, después de pasado el tiempo siempre tiene uno la impresión de que ha perdido el vivir en el vivir mesmo…

Ramos.

1949 es el año en que se publica una de las obras cumbre de la literatura hispanoamericana en castellano: Hombres de maíz. La novela, escrita por el célebre escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias, posee una singularidad inconfundible a ojos de críticos y lectores. Hombres de maíz es considerada uno de los grandes referentes de lo que podríamos denominar la «protohistoria del realismo mágico», ese maravilloso constructo literario esculpido por autores de la talla de Gabriel García Márquez o Juan Rulfo en el que lo real y lo mágico se entremezclan en una literatura totalizadora, que busca dar cuenta de todo lo divino y lo humano desde una óptica policromada y latinoamericana.

La novela de Asturias es una radiografía mágica de un mundo implacable, tiránico y demoledor pero, a pesar de todo, dinámico y con vías de escape para reencontrarse siquiera parcialmente con lo más hondo del ser humano, con ese yo histórico que el guatemalteco explora con tanto denuedo y con una pluma tan afilada.

Hombres de maíz está cargada de momentos narrativos muy audaces (basta analizar solo superficialmente la maestría de los diálogos entre campesinos e indígenas), de detalles geniales, producto de una técnica expresionista y onírica, y de un estilo inconfundiblemente barroco y poemático, lleno de símbolos, imágenes y efectos musicales que hacen que esta obra sea virtuosa a la par que difícil de leer.

El bisturí incisivo del nobel guatemalteco penetra hasta lo más profundo de los tejidos de las comunidades indígenas, que se ven asoladas y trastornadas por el empuje arrollador y expansivo de la civilización capitalista, que termina por carcomerlo todo. Los seres que moran en la tierra del maíz ven amenazados su modo de existencia y su cosmovisión por los intereses de las empresas que pretenden explotar económicamente su territorio. Gaspar Ilom es el nombre de su guía; es el que está llamado a conjurar el peligro de la eliminación física, espiritual y simbólica del mundo indígena. Es este el personaje que centraliza la novela en la primera parte, mientras que en la segunda parte es Nicho, el cartero (correo, al decir de Asturias), el que inunda el libro con la desesperada búsqueda de su esposa. Ese es el momento en el que cobra especial sentido uno de los grandes motivos de la obra: el nahualismo, ese elemento esencial de la civilización maya que expresa la capacidad del ser humano para asumir la forma de su animal guardián, el responsable de colocar una pantalla protectora del imaginario indígena contra la invasión del mundo del dinero.

Hombres de maíz es una alegoría alambicada sobre un imperialismo que transforma —sojuzgando— la cosmovisión y el cosmos de las comunidades indígenas americanas. No obstante, tal como argumentó el crítico literario Jean Franco, en la novela ha lugar para la nota utópica: los seres humanos se transforman en hormigas para transportar el maíz que han recolectado.

Que la novela de Miguel Ángel Asturias es profunda, compleja y complicada en lo que a estilística se refiere queda patente en esta intervención del personaje Tatacuatzín (que es también una zarigüeya en Guatemala):

No, si el negocio no estuvo malo, bueno estuvo, lo malo es que lo malo, y entre lo más malo, lo más malo de lo más malo de lo más malo, de lo malo de lo que no hay más malo de malo, lo peor… es que nos hayamos chupado el garrafón hasta ver a Dios.

Tatacuatzín.

En lo que concierne al tema de la denuncia política y social de la novela, hay diálogos, como el de La Doña, en el que son explícitas y evidentes las denuncias que realiza el nobel latinoamericano sobre la perturbación que sufrieron los pueblos indígenas mesoamericanos ante las embestidas de los que se adueñan de todo lo tangible e intangible. Sirva como ejemplo el siguiente fragmento de este personaje singular:

Los ricos son ricos porque es gente que se arriesga a robar el pisto a otros, comerciando, fabricando cosas, todo lo que vos querrás, pues mucho dinero junto en una sola mano siempre tiene algo de robo contra los demás…

La Doña.

Para concluir, a un servidor le gustaría remachar todo lo dicho con una invitación a la lectura (o relectura) de un clásico latinoamericano que fue incomprendido en los primeros años. Leer Hombres de maíz es adentrarse en la protohistoria del realismo mágico latinoamericano, es iniciar una gran excavación arqueológica por el universo vital, existencial, léxico, semántico y semiótico de las gentes que no viven del maíz, sino que son el maíz mismo, la tuza que envuelve las aspiraciones y los anhelos vitales de esos seres que habitaban y habitan en lo más profundo de América.